Se celebra su día el 2 de febrero donde se baila, y se ofrecen diversas cosas que son tiradas al mar. Entre las ofrendas hay de todo: muñecas, maquillajes, anillos, flores, jabones, perfumes, talcos, espejos de mano, rosas blancas etc., porque todos saben que Iemanyá es muy maternal y muy coqueta. También hay muchos mensajes escritos en todo tipo de papel. Mensajes de amor, de agradecimiento o para pedirle una gracia. Se oyen cánticos y toques de los atabaques (tambores de ritual) Puntos cantados (canciones). Cánticos y batucada que también salen hacia el mar y se apagan lentamente en el murmullo de las olas. Según los creyentes, Yemanyá los atiende a todos, siempre que sea entregado con fe. Si el mar se lleva la canasta es señal que la Diosa escucho el pedido y va a ser concedido.
En Montevideo, y frente a Playa Ramirez, los uruguayos la homenajean. De las manos de Ulrico Habeger Balparda, un artista oriental, brotó el monumento a Yemanyá. Fruto de grandes esfuerzos del Pai Armando Ayala, fallecido en 2004, su obra fue emplazada en el Parque Rodó frente a la mencionada playa, constituyéndose éste en un logro de gran relevancia para el movimiento afroumbandista.
Este monumento, orgullo para Uruguay, muestra a Iemanjá con los brazos abiertos en el típico gesto y la cariñosa actitud con que toda madre recibe a sus hijos. Así la imagen de la orixá subraya en el bronce la naturaleza y el significado maternal de la orixá, considerada matriz y origen de la vida, y fuente de la fecundidad por las religiones tradicionales de Africa.
Se dice de ella…
Cuenta la leyenda que se casó dos veces, primero con Orumlia (Señor de las adivinanzas), y después con Olofìn Odudua, rey de Ifè, con quién tuvo diez hijos, aunque en total se le atribuyen quince (todos dioses). Cuentan que un día, después de discutir con su marido, que había vuelto borracho, y después que este se burlara de los grandes pechos de Yemanyá, ella lo abandonó dirigiendose hacia las tierras del oeste. Odudua envió entonces a su ejercito a capturarla. Al verse rodeada, Yemanyá rompió contra el piso una garrafa con una sustancia que su padre le había dado para defenderse. Se formó entonces un gran río que llevo a
Un día Oloddumare-Olofi emitió un decreto que pedía a todos los orisha que fueran a su Efin(palacio). Yemanya estaba en la tierra en ese momento. Cuando la noticia del decreto llego a ella, estaba sacrificando un carnero, una de sus comidas favoritas .No deseando llegar con las manos vacías ante Olofi, y al no tener ningún otro regalo, coloco la cabeza del carnero en un plato de plata y la llevo al Creador. Mientras esto sucedía, ella fue la única de los orisha que pensó en llevar un presente a Olofi. Conmovido por esta atención, el Creador se levanto de su trono y dijo “AWOYO ORI DORI RE “(una cabeza tras, una de cabecilla serás). Y de ahí en adelante Yemanya fue colocada en un rango por encima de los otros orixas.
Iemanjá de los cinco nombres
Iemanjá, que es la dueña del muelle, de los aveiros, de la vida de sus hombres, tiene cinco nombres, cinco nombres dulces que todo el mundo conoce.
Se llama Iemanjá, siempre se llamó así y ese es su verdadero nombre, de dueña de las aguas, de señora de los océanos.
Pero a los canoeros les gusta llamarla Janaína, y los negros, que son sus hijos predilectos, que danzan para ella y la temen mas que todos, la llaman Inae devotamente o, en sus súplicas, la Princesa de Aiocá, reina de esas tierras misteriosas que se esconden en la línea azul que las separa de las otras tierras. Y las mujeres del muelle, que son simples y valerosas, Rosa Palmeirón, las mujeres de la vida, las casadas, las muchachas que esperan novio, le dicen Señora María, por que María es un lindo nombre, el más lindo de todos, el más venerado y se lo dan a Iemanjá como un regalo, como si le regalaran una caja de jabones a su piedra del Dique.
Ella es una sirena, es la madre del agua, la dueña del mar, Iemanjá, Janaina, la Señora María, Inae, la Princesa de Aiocá.
Ella domina los mares, ella adora la luna, que viene a ver en las noches sin nubes, ella gusta de las músicas de los negros.
Jorge Amado
¡Odoia!
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